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Redacción Seguridad y JusticiaMiércoles 10/10/2012
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Con el fusil Galil cargado en su espalda, el militar se acerca a la puerta de ingreso en medio de una trinchera de 100 metros. Dos soldados que permanecen junto al puesto de vigilancia levantado con lonas de tierra, hierro y madera, lo saludan. Es la entrada a la base militar de La Hormiga, en el departamento colombiano del Putumayo, frontera con Ecuador.
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El teniente Jaime Repizo, comandante de la Base, está allí.
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Mientras camina a su oficina se ven vehículos antimotines y una hilera de al menos 10 automóviles particulares, con vidrios rotos y con agujeros, que están en mal estado. Estos fueron decomisados en operativos antinarcóticos.
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Repizo se detiene bajo la sombra de un árbol y confirma la presencia de cultivos de coca en terrenos de 1 ó 2 hectáreas de extensión en esa región.
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La ONU ratifica la versión del oficial. En el Putumayo los sembríos ilícitos se han incrementado en el último año. Lo dice la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc).
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En su informe de junio, el organismo internacional explicó que la región del Putumayo-Caquetá“presentó el mayor incremento del área sembrada” de cultivos de coca. De 7 363 hectáreas en el 2010 pasó a 13 278 en el 2011.
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Otra revelación del estudio: el 63% del área sembrada con plantas ilícitas en Colombia se centra en los departamentos de Guaviare, Cauca, Nariño y Putumayo.
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Estos dos últimos son fronterizos con Ecuador. Según Naciones Unidas, “el 23% de los cultivos reportados en el 2011 se asocian a los municipios de frontera en el sur (de Colombia)”.
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La Hormiga y la coca
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Es miércoles tarde. Un repartidor de periódicos camina por el barrio El Jardín. Ingresa a un restaurante y ofrece los dos únicos periódicos que circulan en el Valle del Guamuez (La Hormiga es su cabecera municipal).
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‘Gobierno inicia trámites para suspender órdenes de captura’, es el titular principal del Diario del Putumayo. Se refiere a la resolución que da “vida jurídica” al diálogo de paz con la guerrilla.
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“¿La paz? Tiene que llegar, eso es lo que queremos, pero lo difícil es saber cuándo”, dice la mujer que atiende un local de comidas. “Acá todo está más tranquilo, antes no podíamos salir en la tarde ni en la noche. Había toque de queda”.
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Ahora, el centro de esta población está lleno de negocios.
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El miércoles, los bancos y las casas de cambio permanecían abiertas hasta entrada la noche.
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La gente entraba y salía de almacenes de ropa, artesanías y cosméticos. La mujer del restaurante baja el tono de voz y habla . Parada detrás de una pequeña mesa para cobrar miraba cómo cinco hombres que estaban sentados en el centro del restaurante se cruzaban dos balas de mano en mano.
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En La Hormiga habitan unas 20 000 personas. Viven del cultivo de cacao y de arroz y de la ganadería. Pero el teniente Repizo dice que hay gente “convencida por los grupos ilegales que trabaja en los cultivos de coca”.
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Los militares saben que los habitantes de esta localidad reciben un pago de las FARC y que a cambio en sus propiedades mantienen las plantaciones ilegales o venden pasta base de coca.
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El Ejército colombiano ha realizado campañas sobre las consecuencias de esta actividad.
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Han usado desde cuñas publicitarias en los medios hasta repartir volantes desde helicópteros.
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Pero la Policía ha detectado brotes de microtráfico. Sobre todo la venta de alucinógenos. Aunque detrás de la trinchera que cubre la Estación de la Policía, un uniformado asevera que aún es un “consumo a menor escala”.
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Un negocio millonario
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El 16 de septiembre, el diario El Tiempo de Bogotá publicó que el grupo guerrillero percibe anualmente 2 billones de pesos (USD 1 112 millones). La publicación se sustentó en datos de la Fiscalía colombiana.
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De acuerdo con esa investigación, los principales ingresos de la guerrilla provienen del narcotráfico, pero también de inversiones en negocios como la “finca raíz, transporte y cadenas hoteleras y de abarrotes”. Pero solo el 30% de ese dinero está en Colombia, por lo que la Fiscalía de ese país emprendió una búsqueda de esas inversiones en el exterior y ha incluido a Ecuador en ese rastreo.
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El Frente 48 de las FARC, que opera en el Putumayo, se dedica al financiamiento y al reclutamiento. ¿Se han replegado? “(Cuando hay operativos) ellos buscan la parte sur, mientras se reorganizan. Luego vuelven a retomar algunos puntos”, afirma Repizo, cerca a la trinchera que limita con una cancha de fútbol.
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Los nexos con Ecuador
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Además del narcotráfico, los soldados advierten que la guerrilla se financia con el robo de combustible, la minería ilegal y el contrabando que llega desde Ecuador. “Usan el río San Miguel para el comercio de drogas”.
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Del lado ecuatoriano, en Sucumbíos, el Ejército ha identificado al menos siete rutas terrestres para el tráfico de gasolina blanca y precursores químicos. Se encuentran a lo largo de 172 km de la frontera norte que vigila el Batallón de Selva 56 Tungurahua.
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Las rutas atraviesan Lago Agrio, General Farfán, La Bermeja, Lumbaqui, La Bonita, Sevilla, Santa Rosa, entre otros.
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Pero también hay rutas fluviales: los ríos Conejo, Lagarto, Taruca, Betano y Bermejo, que desembocan en el San Miguel.
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Al cruzar el puente internacional que en Sucumbíos divide a Ecuador y Colombia, la gente circula en motos y sobre ellas van canecas con combustible.
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En La Hormiga, los militares colombianos conocen de estas actividades y para controlar despliegan patrullas en la selva. El miércoles, un pelotón caminaba por la carretera que lleva a La Hormiga.
Los soldados vigilan con uniforme camuflaje, radios, antibalas, botas y fusiles Galil, como el que carga el teniente Repizo.
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Un guerrillero muerto
Según el Ejército colombiano, a finales del año pasado un comandante del Frente 48 de las FARC murió en un enfrentamiento con la Policía, en el sector de El Placer, en el Valle del Guamuez.
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Las FARC actúan en el Putumayo en grupos de cuatro o cinco guerrilleros. Los militares del país vecino han encontrado campos minados y explosivos sobre la línea del oleoducto que atraviesa esa región.
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