Comentario recibido.
Si se trata de un robo, el crimen, o el pecado, es tanto mayor cuanto mayor sea el valor robado y menor sea la propiedad de quien es robado. ¿De qué tamaño será la falta cometida contra los 11 pobres del Putumayo? ¡Sólo Dios lo sabe…!
Pero, por mayor que haya podido ser, no sería nada si lo comparamos a los 40 años dedicados a robar la fé sembrada en toda la población del Cantón o de la Provincia ecuatoriana del Oriente amazónico por hermanos de vocación y de Hábito, ¡hijos también de la Virgen Flor del Carmelo!
Agrabada la responsabilidad –practicada con pleno conocimiento de lo que se hacia y dispuesto a acabar con la fé, el más precioso de los bienes que un hombre puede tener, que es el fundamento de todas las virtudes y un antegozo del cielo– por el proyecto que tenía de hacer del Vicariato de San Miguel de Sucumbíos un ¡“modelo de iglesia diferente” para el mundo entero!
Gracias a Nuestra Señora del Carmen, Reina y Madre de los Padres Carmelitas, ese anti-modelo de esa anti-iglesia murió. ¡Y murió para siempre!
Un amigo de la Orden Carmelita, calzada y descalza.
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